Begoña se encuentra cada vez más desorientada debido a los efectos de la droga que Jesús ha estado añadiendo a sus bebidas en secreto. Las alucinaciones comienzan a apoderarse de su mente, haciéndola incapaz de distinguir entre lo real y lo imaginario. Una de las visiones que más la perturba es la aparición de su madre fallecida, lo que la sume en un estado de confusión y angustia.
Su comportamiento extraño no pasa desapercibido para los demás miembros de la casa, quienes comienzan a preocuparse por el estado mental de Begoña, aunque ninguno puede identificar la causa exacta de su malestar. Mientras tanto, Jesús, quien está detrás de todo esto, sigue mostrando una falsa comprensión hacia Begoña, asegurándose de que continúe consumiendo las bebidas que él le prepara.
La situación se agrava cuando Begoña descubre que la medalla de su madre ha desaparecido. Convencida de que alguien de la familia la ha robado, Begoña inicia una acalorada discusión con los demás, acusándolos de conspirar en su contra. La casa se llena de tensión mientras Begoña insiste en que hay una trama en su contra, aunque nadie sabe cómo manejar la situación.
Jesús, por su parte, se regocija en silencio al ver que su plan está dando resultados, mientras que el resto de la familia queda atrapado en un mar de preocupación y desconcierto. Esta situación no solo revela que Begoña está perdiendo el control, sino que también es un indicio de que cosas aún más oscuras podrían suceder si Jesús sigue adelante con su plan malvado.
